El mundo se conmociona en China y mientas tanto en Santa Fe el tiempo parece que no pasa. El pueblo de Jemez siguen con sus fiestas en Nuevo Mexico y los Estadounidenses inconformes confortablemente seguirán entumidos hasta que el fuego no queme sus pestañas y sus pies. Pero debe existir esta plataforma en algún lugar del planeta y por ahora es aquí y nosotros estamos. 
 
Han pasado cuatro días desde que llegamos a la pequeña ciudad de Santa Fe, en Nuevo Mexico, aquí se encuentra nuestro último bastión de ensayos antes de partir hacia Tijuana.
En nuestro primer amanecer vistamos la granja de Alexis en la Española. Dicen que la plaza de aquel pueblecito es la más antigua del país. Los que si estamos seguros es que los jitomates que cosecha son exquisitos. Cosa curiosa fue que durante el camino se pueden ver que muchas casas tienen carteles que las anuncian como galerías de arte. Alexis nos explico que lo que se entiende por galería de arte en la zona es la exhibición de artesanía para su compra y venta. Ella trabaja en el campo; siembra calabaza, ajo, jitomate, berenjena, espinacas, brócoli y otros vegetales más, es además escultora,  su estudio se encuentra en lo que una vez fue el inmueble de la oficina de correos del pueblo de la Española, que más que pueblo es un vecindario con casas de adobe y calles estrechas con patios que se conectan en lo que forman jardines y parcelas públicas con curiosidades del siglo pasado oxidandose. Un triciclo y una campana. Una banca y un horno de adobe antiguo que todavía conservan para hacer pan. La casa de Alexis esta conectada dentro de todo el aparejo del vecindario. Era obligación visitar la Española porque presentaremos parte del MobileIntent en su casa, realizaremos el performance para toda la comunidad agricultora de la zona.  
 
Nuestro segundo día fue de ensayos intensos y el tercero también. La única foto que se puede ver aquí es una muestra de lo que estamos haciendo. Ayer apenas dejamos los muros del instituto de arte y  nos pusimos en marcha hacia las calles del pueblo Jerez, unos noventa kilómetros al sur de Santa Fe.
El pueblo estaba de fiesta porque es el último día de cosechas para ellos y también es el único día en que los nativos abren sus puertas a los extranjeros. Fuimos tres personas, Ann se quedo esculpiendo en el instituto pero Ursula nos acompaño. Lo que ahí vimos fue muy semejante a las danzas que se realizan todavía en México. Las mujeres portan una especie de cuadro de madera pintado de azul que atan en su cabeza; preguntando nos dijeron que representa las nubes, el cielo y la lluvia. Los hombres llenan su pecho de barro y sus piernas y sus pies. Colocan unas sonajas en sus tobillos y arriba del coxis atan una rama de pino navideño con una especie de cinto, el pino lo llevan porque es siempre verde. Las mujeres llevan ramas del mismo árbol en sus manos, están ataviadas de negro. Los hombres lo que tienen de ropa lo tienen de blanco. Un grupo de naciones se reúne alrededor de un tambor y el más anciano de todos tiene su brazo estirado al centro con la palma abajo como calentando el corazón de todos los reunidos,  entonan la canción de un caballo, dicen.
Otro grupo más joven esta cantando al otro extremo de la plaza, reunidos en círculo también bailan más acentuadamente pero sin moverse del lugar. En medio está la mayoría. Los pasos  son simples, en la ceremonia hay meas de cien personas al unísono bailando. Los recuadros que cargan las mujeres pintan una ola azul sobre las cabezas de todos. Contrasta con el adobe y el color piel y arena que esta debajo de la montaña que acoge a los Jerez.
El sol va cayendo y el frío comienza a entumir la manos sin guantes que no trajimos por no necesitarlos en California. No queremos irnos, queremos  ver lo que pasa hasta el otro lado de la plaza. Se ve una cruz dentro de una estructura de madera que parece un altar.
 
Antes de tomar la decisión de cercanos con precaución,  a los tres nos regalaron un cristal, fue uno de los tantos Navajos que vienen a vender artesanías para los turistas. Aunque cabe decir que los mismo turistas son los propios Navajos. Vimos poca gente blanca ahí porque parece que entre pueblos nativos se frecuentan y saben de sus dias festivos y se visitan. Prueba de eso fue que la reina de los Navajos se acerco con nosotros, o mejor dicho nosotros estábamos en donde ella recién llegaba. Nos regalo una sonrisa y nosotros una tarjeta para poder ponernos en contacto en un futuro. Las fotos, el alcohol y las armas esta prohibidos en el pueblo de Jerez, pero la reina de los Navajo tiene licencia de romper las reglas así que su mama sin decirnos nada solo saco una cámara y nos tomó una foto mientras platicábamos con ella.
Llegando al altar nos acercamos a un hombre para preguntar sobre el por qué de muchas cosas que veíamos, el parecía ser muy respetado para el pueblo Jerez, y lo que nos dijo fue que antes que cualquier cosa primero fuéramos a hacer una oración al altar para poder hablar con nosotros. Y eso hicimos.
Ya no lo encontramos después. La gente se disperso, el sol había caído y la ceremonia se había terminado con unas últimas palabras que dieron los jefes de la tribu a toda la gente presente. Su idioma es el Towa y ellos llaman a su pueblo Walatowa. Yo puse mi cristal ahí en la arena del altar Jemez y realice mi oración como dijo el viejo. Estoy seguro que el cristal ahora guarda el sol de esas montañas y los más de cien corazones que latían con las danzas y tambores en Walatowa. 
 
Hoy nos amanece otra vez. Vamos por primera vez a conocer lo que pasa en  la ciudad de Santa Fe. Hace mucho frío, ayer nevó. Marlet está felíz. Pero necesitamos unos guantes y un gorro de invierno, el frío esta ya bajo cero y aun nos quedan nueve días más en el desierto Nuevo Mexico.  Mientras seguimos con nuestro trabajo, mañana tenemos ensayos a las diez de la mañana. Tijuana nos espera y nosotros seguimos haciendo lo posible para llegar a la meta de contribuciones y poder cubrir los viáticos que implica el proyecto. 
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